SANKARA: EL LEGADO REVOLUCIONARIO DESDE ÁFRICA
A 36 años del asesinato del capitán Thomas Isidore Noël Sankara –durante el golpe de Estado provocado por Blaise Compaoré, quien era respaldado por los franceses–, desde Convocatoria Segunda Independencia recordamos su legado revolucionario.
Thomas Sankara fue el presidente de formación militar e ideología marxista del país africano Burkina Faso de 1983 a 1987.
¿Cómo era este país antes de la llegada de Sankara al frente del movimiento revolucionario y popular? Contaba con siete millones de habitantes, donde más del 80% era campesinado, se registraba más de un 90% de analfabetismo y una esperanza de vida media de 40 años. Es decir, era un país desigual y con extrema pobreza consecuencia del capitalismo y los años de colonialismo.
Una vez establecido el gobierno revolucionario, inició un nuevo proyecto económico, social y educativo para el país. En primer lugar, el territorio cambió su nombre de Alto Volta a Burkina Faso, una combinación de dos palabras en los idiomas yulá y mossi que significa “patria de los hombres íntegros”.
Su política antiimperialista se centró en la nacionalización de las tierras y las riquezas minerales de la nación a través de una reforma agraria, para evitar el poder y la influencia del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la influencia colonial francesa; y poder alcanzar la autosuficiencia alimentaria para su pueblo. Asimismo, ideó la creación de un Frente Unido de Naciones Africanas que rechacen pagar la deuda externa.
“Consideramos que la deuda se ha de analizar empezando por su origen. Los orígenes de la deuda se remontan a los orígenes del colonialismo. Quienes nos han prestado dinero son los mismos que nos colonizaron. Son los mismos que gestionaban nuestros Estados y nuestras economías. Son los colonizadores los que endeudaron a África con los prestamistas, sus hermanos y primos. Nosotros somos ajenos a esta deuda. Por lo tanto no podemos pagarla”, sostuvo en su discurso sobre la deuda externa en África en 1987.
Durante su gobierno, se fomentó el derecho a la educación por medio de la fundación de escuelas rurales a lo largo del país que elevaron los niveles de alfabetización, asimismo, se impulsaron programas de vacunación a gran escala para intentar erradicar enfermedades que azotaban a la población como la meningitis, la polio, la fiebre amarilla y el sarampión; y que alcanzaron a millones de niños y niñas. También, se generaron programas de alimentación para prevenir la hambruna desarrollando reformas sobre la posesión de las tierras que posibilitaron duplicar la producción de trigo: se redistribuyó la tierra de los terratenientes feudales y se la entregó directamente a los campesinos.
Otro aspecto fundamental fue su compromiso en la lucha por los derechos de las mujeres, cuya emancipación era considerada una necesidad básica para el triunfo de la revolución.
“Nuestra revolución solo tendrá valor si, al mirar hacia atrás, a nuestros costados y ante nosotros, podemos decir que los burkineses son, gracias a ella, un poco más felices. Porque tienen agua limpia para beber, porque tienen una alimentación abundante y suficiente, porque tienen viviendas decentes, porque están mejor vestidos, porque tienen derecho al tiempo libre; porque tienen la posibilidad de gozar de más libertad, de más democracia, de más dignidad. (…) La Revolución es la felicidad. Sin felicidad, no podemos hablar de éxito”, afirmaba Sankara.
Para nosotros y nosotras no se trata de recordar figuras individuales, sino de reivindicar procesos de revolucionarios que se llevaron adelante y que lucharon por hacer del mundo un lugar más justo. Por su visión antiimperialista, anticapitalista e internacionalista recordamos hoy el legado del proceso llevado adelante por Sankara en África. El ejemplo de coherencia de un hombre que nunca dejó de vivir cerca de su Pueblo y, por lo tanto, seguirá viviendo en la memoria de aquellos que luchan por su liberación.

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