El Aramburazo y la segunda generación de los Montoneros

Por Convocatoria el 01-06-2023


Cuando se produce el secuestro del General Aramburu, muchos transitábamos esa edad en la que se busca todo, en tiempos en que esa búsqueda, a diferencia de hoy, estaba muy relacionada con la política. Empezaban los años 70 y con mis 18 años, comenzaba a estudiar en, la entonces elitista, Facultad de Derecho en Mar del Plata.
Era imposible saber que sería de mi vida, ni la de tantos amigos y compañeros de mi edad con los que transitábamos esos años.
No sabíamos que muy, pero muy pronto, varios seríamos la segunda generación de los encuadrados en Montoneros.
A diferencia de hoy, en esos tiempos, un muchacho de 18 años sabía quiénes eran los fusiladores y asesinos como Rojas y Aramburu.

Paradojas de la vida y del Peronismo que caía cuando nosotros nacíamos, que hacía que los chicos pobres supiéramos más de Historia que los chicos ricos.
Yo nací cuando Evita moría, y –como digo- para los pobres de los barrios nada de la Historia de nuestra niñez nos era ajena, porque la mamábamos de nuestros padres y abuelos, y porque los beneficios del Peronismo, sobre todo en el rubro Educación, habían hecho estragos benéficos en las clases populares, y por tanto la formación y conocimiento de un adolescente que fue a escuelas públicas era sólida y muy completa. Cómo no saber entonces, a mis 18 años, quién era ese General asesino que se llamó Pedro Eugenio Aramburu.
Quizás en mi caso tuvo mucho que ver un padre y una madre que me habían inculcado desde niño el amor por el Pueblo y las causas de los desposeídos, y un abuelo negro africano que me había inculcado el odio a los explotadores. Este último, además, fundador del Sindicato de Petroleros del Estado, anarquista primero, peronista después, y (al igual que mis padres) de esos peronistas que siempre desconfiaron de Perón. Una madre que me enseñó a vivir con dignidad y un padre que, años después, me enseñó a morir con dignidad.
Tampoco sabía de niño y a mis 18 años que, en poco tiempo, yo estaría defendiendo a Perón a capa y espada contra mi Viejo y mi Abuelo que no se cansaban de decirme “¡Perón los va a cagar a Uds.!!” mientras yo los tildaba de quebrados. Pero todo eso es otra historia.
Lo concreto que para muchos como yo, el secuestro y la ejecución de Aramburu fue un “antes” y un “después” en nuestras vidas y las marcó para siempre.

Para mayo de 1970 los Montoneros no estaban en Mar del Plata, y yo diría que estaban en pocos lados de la Argentina insurgente de esos años.
Los niños, niñas y adolescentes de esos días veníamos obnubilados de los cambios repentinos que en pocos años se llevaron un siglo de historia.
Todo cambiaba, la música, la tecnología, las luchas continuadas desde el Mayo Francés hasta los Cordobazos y Rosariazos, etc.
Lo que más cambiaba era la política en la Argentina.
Décadas de apatías, de esperanzas de las generaciones anteriores a las nuestras de que “algo” aparecería y permitiría nuevos levantamientos.
Sueños que lavarían los años de frustraciones que consumieron a nuestros padres y abuelos. Por eso esa época apareció como mágicamente, aunque en la realidad, de lo que menos se trataba era de magia.
De modo que apenas se corrió la bola del secuestro del General Aramburu, y cuando se supo de su ajusticiamiento más aún o, cuando salió a la luz el comunicado de los Montoneros haciéndose cargo de la operación, nos tocó a muchos asistir a esa parte de la Historia que es muy difícil de trasmitir y que seguramente se les escapará a los mejores y más objetivos libros de la Historia.
Porque era gente y gente, hombres y mujeres a los que las caras se les trasformaban de alegría.
Yo vivía en el Puerto de Mar del Plata y estoy casi seguro de que era de los pocos estudiantes en esos barrios ese año que llegó a la Universidad, si no el único. La Facultad de Derecho de Mar del Plata.
Pude ver las obreras de las fábricas de harina, conserva o filet de pescado, a los rudos obreros de la construcción y del Puerto, a los trabajadores de todas las industrias, pero sobre todo a mi mamá y a mi papá, como diciendo: 
¡¡¡“al fin una”!!!.
No era la estridencia o el bullicio como festejo, porque estábamos en una Dictadura -la iniciada por el General Onganía- y por tanto, nadie salía a la calle a festejar la muerte de un genocida como años después lo hicimos con verdaderos monstruos ejecutados por Montoneros como el comisario Villar o algunos traidores sindicalistas peronistas.
Eran los gestos y las acciones de los pobres, de los villeros, de los laburantes y también de los que resistieron desde 1955 y no querían morirse sin haber visto algo como el Aramburazo.
Eso es lo que valía, lo que se imponía entre nuestra gente: la sonrisa cómplice de una vecina con otra, el abrazo inexplicable en una fábrica de varios laburantes, algún asado con bebidas que no siempre se tomaban. Eran aquellos despojados de todo que durante muchos años descreyeron de los dirigentes políticos (incluyendo los dirigentes de la burocracia política y sindical peronista, e incluyendo –porque no- al propio Perón-), porque los veían cómplices de las distintas dictaduras o metidos de lleno en el sistema explotador.
Lo que yo tampoco sabía es que, junto a los muchachos de barrios pobres, el Aramburazo, como un poco antes el Cordobazo, también fue una inyección de conciencia en la juventud de los sectores más acomodados de mi Ciudad y de toda la Argentina. Aún no lo sabía, pero en pocos meses serían decenas de jóvenes de clases medias y medias altas, con padres muy gorilas y reaccionarios, que venían a poner toda su formación, sus cuerpos muy bien alimentados y lúcidos al servicio del proceso revolucionario que. –ahora sí, con la primera baja importante y poderosa de “ellos”- ya asomaba con contundencia.
Cuando empezábamos a hacer nuestros primeros pasos en la política, mientras jamás habíamos visto a nuestros viejos votar, (o cuando lo hicieron vinieron golpes militares de inmediato), tomamos conocimiento que se trataba de “Vencer o Morir” de “Patria o Muerte”.
Incrédulos y desorientados fuimos tomando conocimiento de las caídas en combate de los montoneros del aramburazo.-
La prensa nos tiró en la cara las muertes del Gordo Maza, de Capuano Martínez, y sobre todo de Abal Medina y Ramus.
Nombres lejanos e inalcanzables para nosotros, eran especies de hombres/dioses que entraban en el paraíso de los revolucionarios.
La Primera Generación de los Montoneros era golpeada duramente, y la Segunda parecía que aún no nacía porque no se la veía.
Ignorábamos que ya había nacido, y que ya caminaba con pasos firmes, ignorábamos que éramos nosotros y nosotras.
Eran años en que se vivía rápido y se moría rápido, y el torrente de sangre joven que buscaba caminos de Liberación era ya imparable.

Antes del Aramburazo, hubo ejemplos que produjeron lo suyo en nuestra conciencia, el más importante era el Che, la revolución cubana que contaba en sus filas con un comandante argentino. Vietnam, Argelia, y otros tantos también ponían luces en ese camino que se ensanchaba.
Pocos años después, cuando Mar del Plata, La Plata, Bahía Blanca y otras ciudades de la gran Regional Sur de los Montoneros habían dado sus mejores hijos e hijas a la causa revolucionaria, y cuando la lucha revolucionaria parecía imparable, siempre el Aramburazo quedó en nuestras memorias y era un canto/grito de batalla de miles de gargantas en los masivos actos o marchas callejeras.

“¡duro, duro, duro!!
“¡¡Vivan los montoneros
Que mataron a Aramburu!!!”


Atrás nuestro, muy cercano, vino otra generación de montoneros y montoneras. No podía ser de otra manera porque el Aramburazo jamás se apagó.
Paradojas de la Historia, la muerte del asesino Aramburu, fusilado por los Montoneros hizo posible lo que el propio Aramburu trató de evitar: que cientos de jóvenes de nuevas generaciones y distintas clases sociales confluyéramos en ser la peor pesadilla de las clases dominantes y de sus camarillas militares.
Con sus actos de represión en vida, y sobre todo con su muerte en manos de los vengadores de los mártires y fusilados Aramburu lo hizo pasible.
No pasó mucho tiempo, hasta que ya muchos de nosotros y nosotras finalmente encontramos después de tanto y tanto buscarlos, a los Montoneros. Nos costó mucho, pero eran años en que la iniciativa y la audacia sobraba, y a ningún joven de los 70 había que instruirlo mucho en temas de largarse a caminar hacia la revolución socialista.
Cuando los Montoneros llegaron a Mar del Plata se encontraron con cros y cras con cierto grado de organización, con determinada infraestructura conseguida a riesgo de sangre o libertades y con una furiosa voluntad de continuar el camino de los compañeros fundadores de la Organización.
Siempre recuerdo y menciono las palabras del compañero que llegó a intentar la difícil tarea de encuadrar, disciplinar y direccionar la impetuosidad juvenil de varios de nosotros. Se trataba de un compañero “grande” en edad, que tendría cinco o quizás seis años más que nosotros.
Muchos años después me enteré a través del Pelado Perdía, de quién se trataba, él me contó que cuando ese compañero cayó detenido muy malherido y fue sometido a horribles torturas jamás cantó la cita que tenía con el comandante Montonero pudiéndolo haber hecho. Era Oscar Degregorio, “el Sordo Sergio”, de él se trataba.
El “Sordo” nos dejó una frase que jamás olvidaré: “a este proyecto se ingresa de por vida”.
Ninguno de nosotros lo entendimos o lo quisimos entender por qué parecía que nos decía que jamás podíamos abandonar a la Organización Montoneros. Pero lo aclaró de inmediato: nos dijo que se refería no a la organización sino al proyecto revolucionario. Que nosotros y nosotras que recién estábamos en proceso de integrarnos debíamos ser conscientes que jamás se debe abandonar la ideología de la revolución.
Y creo que todos los muy jovencitos que estuvimos en esa reunión, lo entendimos, y varios supieron transitar hasta sus caídas y muertes eso que nos inculcó el Sordo. Otros y otros aún lo intentamos.

También el Aramburazo dio cuenta de otra situación: la lucha de clases dentro del Peronismo.
Al igual que el golpe de 1976, los anteriores golpes militares siempre protegieron a los sectores peronistas burócratas, pro capitalistas y pro imperialistas. Y esos sectores debieron ser enfrentados por los revolucionarios también en términos militares porque eran enemigos de clase y responden a los intereses de la dominación. El propio golpe militar de 1966 contó con la presencia y el apoyo de dirigentes sindicales y políticos del Peronismo.
Desde 1955 en adelante y sobre todo a partir del Aramburazo, quedaron en claro dos cosas:
Una, es que el proyecto peronista de la “Comunidad Organizada” no solo era un proyecto capitalista si no que además era de imposible concreción porque las clases que tienen intereses contrapuestos no se unirán jamás. Así pues, el enfrentamiento político, ideológico y armado dentro del Peronismo entre los revolucionarios y los capitalistas, en su más alta expresión, fue producido por la irrupción de Montoneros. Y eso fue más allá de la voluntad o las expresiones de algunos de sus Conducciones.
La otra es que Perón venía a encabezar la lucha interna en el Peronismo a favor de los capitalistas, de la derecha y de los pro imperialistas, y esto que hoy es una verdad incontrastable, no nos quedaba claro en tiempos de la ejecución de Aramburu.
Lo cierto es que el impulso de la Operación contra Aramburu, junto a las grandes puebladas del año anterior, las gestas de Asia, África y Medio Oriente y sobre todo la revolución cubana y el Che, hizo posible que amplias y poderosas masas de jóvenes, trabajadoras y trabajadores y clases medias confluyéramos en el proyecto revolucionario de Montoneros levantando la “Patria Socialista” como consigna de guerra frente al enemigo de Oligárquico Imperialista -dentro y fuera del Peronismo- y también contra el propio Perón. La lucha revolucionaria y la lucha de clases en el interior del Peronismo estaba para tres o cuatro años posteriores al Aramburazo en su más alto nivel de expresión.

Hoy, cincuenta años después del Aramburazo podemos tener algunas certezas que se consolidan frente a este Gobierno capitalista de Fernández.
En primer lugar el Aramburazo fue el gran acierto de los Montoneros, ni yo que me incorporé con la Segunda Generación de Montoneros, ni nuestros compañeros fundadores jamás podremos criticar ni mucho menos repudiar una legítima acción de resistencia popular contra un fusilador.
Como tampoco repudiariamos las ejecuciones de los anarquistas contra el comisario Ramón Falcón o contra el Coronel Varela asesino de la Patagonia rebelde. Aramburu, como luego el Comisario Villar, o el General Cardozo ambos jefes de la Policía Federal eran hechos que provenían de actos legítimos de resistencia popular. Lo mismo digo respecto de dirigentes sindicales traidores a los intereses de los trabajadores a quienes debían representar.
En segundo lugar, ya no quedan dudas que, tanto los Montoneros como otras organizaciones revolucionarias, fuimos derrotados y por lo tanto hubo que intentar empezar de nuevo una y otra vez y hace cuarenta años que seguimos intentándolo.
La derrota de los Montoneros implicó la del proyecto revolucionario en el Peronismo y por tanto el triunfo en esa lucha de clases interna de los capitalistas e imperialistas, que fueron preservados y protegidos por los militares y por los Norteamericanos para darles la tarea de conducir el peronismo como vehículo de consolidación capitalista. Y esto fue posible desde Menem, pasando por los Kirchner y actualmente con Fernández, más allá de las pequeñas o grandes diferencias en apariencia de cada uno de ellos.
La tercera cuestión es que el Aramburazo nos muestra con crudeza lo peor de las miserias que devinieron después de la derrota. Las caras de los punteros, dirigentes sindicales vendidos a las Patronales, de organizaciones “sociales” pegadas al clientelismo y al Estado explotador y en especial, todos ellos empeñados en ayudar a la consolidación del capitalismo.
Todo esto se contrasta con aquellos compañeros que secuestraron y ejecutaron a un fusilador entregando todo, sus vidas, sus libertades y el sufrimiento extremo de sus familias.

Para finalizar, digo que más allá de que alguna vez quizás tengamos que analizar colectivamente las Causas de la Derrota, las enseñanzas de dignidad, de militancia colectiva, de destierro de conductas liberales e individualistas, de rechazo al consumismo y de anteponer siempre el proyecto colectivo al propio, las aprendí dentro de los Montoneros o dicho de forma más sencilla: no sería quien soy si no hubiera sido por mi militancia montonera.

Y quiero decirles a todos los que lean esto, a aquellos compañeros y compañeras de distintas organizaciones con las que hoy caminamos juntos, a organismos de solidaridad, de género, de DDHH y de colectivos de abogados como los que integro, a mis compañeras y compañeros de Convocatoria SEGUNDA INDEPENDENCIA, a mis excompañeros montoneros, y a los compañeros sobrevivientes del PRT ERP, FAL y otras organizaciones armadas de los 70 que aún es posible seguir creyendo y ayudar a construir el proyecto revolucionario de una sociedad sin explotadores ni explotados.
El Negro Soares
29 de mayo 2020







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