Historias de vida de Mirta Clara, compañera Montonera fallecida el 27 de Octubre de 2016.
Mucho tiempo después de la derrota que sufrimos los Montoneros tuve acceso a alguna información interna de porqué se hacían algunas cosas y de qué manera, pero no lo sabía en el momento mismo de cuando los hechos ocurrieron.
Porque a veces a la Historia la miramos con ojos y mentalidad actuales y otras -aunque nos acerquemos un poco más a la verdad- igual le pifiamos porque no nos damos cuenta que la misma Historia cambia en poco tiempo y también hay que considerarlo.
Esto viene a cuento porque acaba de morir una gran mujer MIRTA CLARA, una gran compañera, que sufrió mucho y supo sobrellevar con dignidad ese sufrimiento y su vida.
Dudo que su nombre les diga mucho a nuestros compañeros y compañeras o a otros y otras de otras organizaciones, en especial los jóvenes. Es más, dudo que aún conociendo la historia que comentaré haga mucha mella en los nuevos militantes.
Y es comprensible, casi como que no podría ser de otra manera.
Como dije antes, Montoneros no fue nunca una historia lineal, nada en los procesos históricos lo es y menos una organización político militar en los diferentes momentos por los que atraviesa.
Hubo aciertos y errores en Montoneros, pero no voy a ocuparme de ese tema que nos llevaría toda una vida, sino de cómo conocí y lo que viví con Mirta Clara.
Y para eso tengo necesariamente que referirme a dos momentos distintos de Montoneros.
Uno fue entre los años 70 y principios o mediados del 74 en que Montoneros, nuestra organización madre, estaba en la cresta de la ola. Con el prestigio de sus combatientes, con la integralidad de sus formas de lucha, con la coherencia, con el acierto de leer correctamente la realidad en determinados momentos de la lucha antidictatorial (dictadura de Onganía y luego de Lanusse).
También con una conducción nacional indiscutible en esos tiempos.
Y producto de ello, fue produciéndose asimismo lo que (internamente) se denominó «el engorde». Supongo que se habrá llamado así porque una cosa es crecer y otra engordar.
En efecto, Montoneros, como decenas de organizaciones en la Argentina y en el mundo tuvieron sus períodos de crecimiento y otras de engorde.
A partir de 1973, justo es decirlo, Montoneros creció en muchos aspectos, pero en otros engordó.
Y así se fueron desarrollando ámbitos, territorios, frentes, y ocupando espacios en esa disputa por tomar el poder en la Argentina y construir el socialismo.
Las estructuras crecían y también engordaban.
Pero llegó un tiempo, un momento histórico, (hablando siempre desde el interior de la organización) que seguramente las Conducciones, las máximas Direcciones resolvieron que era tiempo de homogeneizar ese crecimiento o dicho de otra forma, parar el engorde.
Eran épocas donde no existían izquierdas «autónomas» o «independientes» y el poder al que se aspiraba no era un «poder paralelo» o «poder popular» basado en autogestiones o dependencias económicas con el Estado.
Yo, joven, impetuoso e irreverente oficial montonero no tenía ni puta idea de todo eso. Uno en esos años, militaba a full, la vida pasaba sólo por la militancia y en hacer y dar lo mejor de uno.
Cuando Perón inicia una ofensiva sobre nosotros, cuando empieza a planificar nuestro aniquilamiento (eso tampoco lo supe cuando ocurría sino mucho mas tarde), digamos a partir de Ezeiza (20/6/73 para dar una fecha general), la Organización probablemente puede determinar en términos generales, que no estaba en condiciones de afrontar lo que se venía sin determinada reorganización interna.
Y para ello se comenzó a ser cada vez más riguroso en las evaluaciones internas que era un muy novedoso y democrático sistema de determinar qué compañeros y compañeras estaban en condiciones de integrar cuales ámbitos. Desde los más bajos (aspirantes, oficiales) hasta los más altos.
Y mucho más se acrecentó esto a partir de la muerte de Perón y luego, con la posibilidad cierta y real del golpe que finalmente llegó.
Pero yo no sabía nada de esto.
Lo cierto es que las evaluaciones nacionales empezaron a «normalizar» o «emprolijar» los diferentes ámbitos de la organización. Y así, donde había 20 oficiales, quedaban cinco, y eso tanto para arriba como para abajo.
Y ahí aparece Mirta Clara en mi vida.
Mirta y el Flaco Salas eran dos curtidos militantes de las FAR, y ambos llegaron a Mar del Plata provenientes de La Plata.
Con una particularidad: en esas evaluaciones Mirta quedó como oficial y el Flaco Salas fue despromovido a aspirante.
Muchos compañeros y compañeras no siempre tomaron bien esas resoluciones colectivas. Pero el Flaco Salas, lo aceptó estoicamente. Tenía la madera de un revolucionario, igual que Mirta su compañera.
Y así, en ese revuelo de traslados de una provincia a otra, de ajustes para ocupar los lugares estratégicos en una guerra que se nos venía encima, de ordenamientos a partir de promociones y despromociones que dejaban broncas, resentimientos, y estupor muchas veces, me encuentro con Mirta Salas.
Finalmente se conforma un ámbito de oficiales en Mar del Plata con seis compañeros: el Gordo Caferatta, el Chino Celesia, Pacho Elizagaray, el Cabezón Bronzini, Fito Taberna y Mirta Clara.
Y yo. El más chico de todos ellos.
De cada uno de estos cros yo podría escribir un libro, y aún hoy me pesan tanto sus muertes como ahora la de Mirta Clara.
Trato de resumirlo.
El Gordo Caferatta era un viejo jetón de la JP de la Plata, viejo de edad, tendría unos 34 años, que para esa época era una novedad. Murió combatiendo en Córdoba.
Pacho Elizagaray era el responsable estudiantil, fue de los primeros en ser ejecutado por la CNU que copó su casa, se resistió a balazos y finalmente lo asesinaron a mansalva.
El Chino Celesia fue literalmente mi hermano, juntos empezamos a militar, juntos estuvimos siempre hasta que mi cana nos separó. Cayó en La Plata, combatiendo.
Pacho y el Chino tenían mi edad (entre 22 y 23 años).
El Cabezón Bronzini era también un tipo viejo de treinta y pico, proveniente de una conocida familia socialista marplantense, una persona sensacional. En reemplazo de más de una docena de compañeros con rango de oficiales que fueron despromovidos, el Cabezón Bronzini fue ascendido a oficial en las evaluaciones de ese período.
Sobrevivió a la guerra y murió hace algunos años.
Fito Taberna era un compañero que venía del Alto Valle, un compañerazo en realidad, y se integró al ambito de oficiales de Mar del Plata. También él llegó a Mar del Plata con su promoción de oficial. Cayó durante la última dictadura.
Y ahí fue a parar Mirta Clara, evaluada por la organización con más nivel que su marido que era un histórico guerrillero de las FAR, con experiencia y trayectoria, pero así dieron las evaluaciones.
Poca justicia les hago a cada uno de esos compañeros dedicándoles dos renglones.
En ese ámbito Mirta se perfiló con una dirigente nata. Humilde y precisa, sus opiniones prácticamente cerraban las discusiones.
Cómo?? una mina?? en un ámbito de varones que provenían de militancia montonera y peronista (al menos aún en esas épocas)???
Sí!!! ni lo duden, MIrta Clara pesó en el corto tiempo que duró ese ámbito más que los sucesivos jefes que la organización nos fueron enviados a conducirlo.
Las mujeres no pedían porcentajes de participación en esa época, simplemente ocupaban los espacios por derecho propio o a los codazos, y siempre a partir de su capacidad.
Mirta Clara, la que venía golpeada por las evaluaciones nacionales que despromovieron a muchos de sus más cercanos cros y amigos, entre ellos el propio Flaco Salas, su compañero de vida y padre de sus hijos, esa Mirta se cargó el ámbito al hombro casi desde el inicio.
Nunca la oi gritar como generalmente hacíamos los demás.
La ví plantearse varias veces frente al Jefe de la Unidad y razonar, fundamentar, explicar por qué determinadas cosas había que hacerlas de una manera y no de la que se nos pretendía imponer.
La ví cuestionar líneas políticas, ella sola cuando los demás callábamos, sea por obsecuencia, miedo, confusión o porque no entendíamos un carajo del nivel de la discusión.
Ella nos contuvo cuando el CNU mató a Pacho Elizagaray, o al menos a mí que prácticamente me derrumbé.
Ella nos observaba y criticaba, aspectos de la vida personal de algunos de nosotros (o más precisamente mías para no dar tanta vuelta) de una forma que uno llegaba a inferir por sí mismo, sin punteros ni palazos que se trataba de desviaciones pequeñoburguesas o liberales.
Dejé de verla cuando caí en cana y sufrí por separarme de ese ámbito de oficiales montoneros con quien me unió lazos muy difíciles de disolver. Y sobre todo sufrí porque sabía que no podría estar más junto a ellos que seguirían combatiendo como lo hicieron.
Zafó ahi nomás, por poco cuando una patota de CNU y policías se le metió en la casa de su padre, estando ella presente y se hizo pasar por otra persona.
Hasta que ella también cayó en cana, y parió a uno de sus hijos en cautiverio.
Mirta sobrellevó hasta su muerte el dolor de su compañero fusilado en la famosa masacre de Margarita Belén cuando los sacaron de la cárcel Federal del Chaco para ejecutarlos.
Jamás dejó de luchar por la memoria de sus compañeros y compañeras, así como de los que con él cayeron, y fue un estandarte en esa pelea. Fue un testigo esencial en los juicios de Lesa Humanidad.
Quizás la historia reciente la encuentre más en su trabajo de psicóloga, de luchadora por los Derechos Humanos o por búsqueda de Justicia.
Pero yo tengo otra Mirta en mi recuerdo, la Mirta montonera, reflexiva, dura en los argumentos y flexible y paciente hasta el cansancio con locos como yo que pretendíamos tomar el cielo en 24 hs.
Se fue en definitiva Mirta Salas y se lleva todo el ámbito de oficiales montoneros de Mar del Plata.
Los que sobrevivimos y te conocimos luchando y construyendo organización tanto en La Plata como en Mar del Plata jamás te olvidaremos.
Negro Soares

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